
La Unión Europea viene desde su origen, y con mayor impulso desde los años 90, trabajando en el intento de liberalizar el mercado energético europeo, abriéndolo y tornándolo más transparente con el fin de aumentar la competitividad en el sector y reducir el precio final a los consumidores. Pretende así fomentar empresas pan-europeas actuantes en varios países de la UE que sirvieran de contrapeso a la debilidad energética europea, principal importadora de energía del mundo, lo que choca con un sector con gran participación estatal en muchos países europeos, así como con la intención de varias potencias europeas de proteger monopolísticamente el mercado, crear campeones nacionales con base estatal pública, criticado abiertamente por los organismos europeos. A día de hoy, este objetivo se muestra incompleto, y la liberalización energética europea, más teórica que real.